cuando pedías que fuera tu perra
ofendida y halagada sabía
nadie
iba a complacerte mejor que yo
con tanta
furia
y a la vez
eras mi súbdito
mi perro infiel
el ruido del tren penetra en el cuerpo y la llave, la posibilidad de abrir de imprevisto la puerta de una casa a la que ya no volvería, trayendo de vuelta los nervios, la ansiedad, ese terreno inestable del que había creído zafar.