Don Julio me escupió la cara. El alcohol por poco me entra en los ojos. Afiebrada, torpe, otra, con el huipil bordado de amarillo, regalo de una de las dos esposas de don Julio. Ni él ni ellas recuerdan con exactitud sus edades respectivas. Por la cocina se cuela una débil luz, el fuego, las mujeres yendo y viniendo. El huipil amarillo está bordado con manzanas, cuánto tardó en hacerlo, horas, días, una semana. Mucho más, traduce para mí la tocaya emparejada con el hijo de don Julio. El temazcal esta vez me dejó débil, o fue el viaje de derrumbes, la operación a la que me sometieron esas manos que aparecieron de pronto, primero dándome calor, luego metiéndoseme en el vientre. Eso fue todo, y luego adentro del temazcal las formas triangulares, de vagina por todos lados, sentirse dentro de un vientre, ser el vientre a la vez, temblar al borde del delirio, hablar palabras inentendibles, ¿ya salió?
Una vez fuera, expulsada del vientre de piedra, tendida a la tierra abrí los ojos por primera vez, el cielo se dibujó libre, claro, todo empieza aquí. Las mujeres se van caminando a Huautla, yo no puedo caminar, me duele la cabeza como si tuviera fiebre, habrán sido las piedras calientes? En el viaje me recosté cerca de ellas y algo se me metió dentro.
1 comentario:
Dime si te gustó, dime el aroma que tenía.
Dime de qué color es el azul.
Publicar un comentario