31 ago 2005

ghettos

la ciudad es gris, a veces aparecen algunos manchones verdes, son los parques de la ciudad. Uno que otro atardecer que incendia las ventanas de los rascacielos. Los únicos colores lo aportan los transeúntes, pero más que nada su color los divide: los blanquitos, los negros, los chinos, los latinos.

15 ago 2005

estrellas

hasta el loft del 3º llegan los actores, productor, director y todo el equipo que trabajó en la película. El cubano que estudió literatura en parís pero nunca leyó a Reinaldo Arenas, después comprendo por qué, era del grupo de los privilegiados. La artista cubana que vive en Ámsterdam. El cinematographer puertorriqueño igualito a Charly García. El productor, delgado y de calvicie incipiente, que cada cierto rato aparece a mí lado, habla de sus viajes a Italia, de su madre de esa nacionalidad, de sus tierras, sus películas, sus actores, etc, algo que claramente indica no te acerques. Pero la noche fluye, los días sin follar comienzan a sentirse en el cuerpo o la inquietud al haber iniciado un libro más de Bolaño, 2666. Algo como ansiedad. Que la marihuana, el crippi recién descubierto, acentúa. El tipo se me sienta una vez más al lado. Pregunta por mi anillo y en un gesto que nos devuelve a la adolescencia toma mi mano, me mira a los ojos, acaricia mi espalda. Nuestros acompañantes en el sillón se retiran y entonces acerco mi boca a la suya. Los labios se tocan, apenas, cuando él dice soy privado, qué, pregunto, ah que no te gusta dar besos en público. No, responde, no con alguien que recién conozco, menos si está todo el equipo de la película en que recién trabajé; no quiero que hablen de mí; tampoco soy tan conocido, pero…Buenas noches, digo, mejor me voy a dormir. Salgo del sofá. A los pocos minutos se retira en compañía del doble de Charly.

10 ago 2005

verde

“Verde que te quiero verde.
Verde viento símbolos” , murmura en voz baja la mujer del 3o, mientras el guardia saca de su bolso alcachofas, manzanas, lechugas, melones y demás vegetales verdes. Se encuentra al interior de una oficina, frente a un escritorio detrás del cual un hombre calvo cuantifica las verduras. Dos pantallas de televisión muestran los movimientos del público al interior del supermercado. No puede venir nunca más a este establecimiento, dice el tipo calvo alargándole un papel para que firme. Ella saca del bolso una cajita de la que extrae un chicle verde, se lo lleva a la boca, toma el lapicero, estampa su rúbrica.