31 ago 2008

parto

Las manos me daban energía, calor. Luego salía a la tormenta eléctrica, era de día, era de noche otra vez, el día dejaba sus recuerdos de luz impregnando la noche, revelaciones, el brillo de una mirada, el rojo de unas flores, la claridad de la casa entrevista donde se velaba a un muerto con tambores. Eduardo bailaba, se sentía fuerte poderoso, jaguar. Me sentía traicionada por mis propias expectativas, mis propias preguntas sin respuesta que habían llevado mis pasos hasta la sierra de Oaxaca, otra vez. Había que tomar un bus rural, ocho horas, durmiendo en el banquito del pasillo, ya que no quedaban boletos. Con Eduardo nos túrnabamos la silla de pasajeros normales para poder dormir. Hablábamos entre sueños, yo veía una parte del camino, él otra. Las estrellas se le quedaron abajo, con las luces de otro pueblo, mientras ascendíamos. A mí fue la luna llena y amarilla la que se me perdió muchos kilómetros más abajo de Huautla de Jímenez, el pueblo de María Sabina. Las tortillerías, los huipiles, los bolsitos, los murales del pueblo. Todo estaba pintado con hongos. El día que llegamos éramos los únicos afuerinos en todo el bus. Eran las seis de la mañana, estaba oscuro y Lalo insistió en caminar y detenerse a sacar fotos en todo el camino. Yo algo malhumorada, me moría de sueño, y aún tuvimos que andar todo el camino en ascenso hasta la última casa del pueblo. Ahí descansamos en la cabaña de barro y la cama de tabla, tan cómoda para ser tabla. La visión panorámica del valle saludaba, con las nubes por allá abajo, y el sol enfrente. Buena señal.

24 ago 2008

avisos

México DF, República de Guatemala y Monte de Piedad, cartón pegado a una de las rejas que rodean la catedral:
"Extirpamos callos de raíz sin dolor $5"


Nueva York, Union Square, cartón sostenido por una mujer afroamericana, gorda y maltratada:
"Tired of prostitution, need money, please help"

5 ago 2008

quién descifra a quién

Tlatelolco
Me paso de estación distraída por escribir mientras observo al hombre estatua pintado de plata que me mira desde su asiento. Uñas, zapatillas, bolso, todo del mismo plateado. Sólo los ojos sin sus gafas enseñan el verdadero color de su piel. Cuando ríe se le forman arruguitas plateadas alrededor de los ojos, el pelo también es color plata. Yo lo veo acariciar una piedrita azul antes de bajar abruptamente del tren

La raza
El hombre estatua me sigue. Dice que en cuanto subió al tren se dio cuenta que yo había dejado de leer y me había puesto a escribir. Me vio mirar los nombres de las estaciones y lo que sucedía alrededor. Trató de ayudarme viendo su espejo, su reloj. Le llamó la atención porque la gente no suele escribir en el metro de la ciudad. Román, creo que le escuché decir que se llamaba. La gente parecía asombrarse de ver a una estatua conversando conmigo. Al darle la mano comprobé que su pintura no tiñe al contacto con la piel. Los dientes eran muy blancos. Un día se inventó su personaje como una necesidad de crear y de paso le permitió vivir. Actúa fines de semana fuera del Museo de Antropología. Antes estudió pantomima y actuación. Antes mucho antes de ser hombre estatua y preguntarme intrigado si escribí una descripción realista sobre su persona.