8 feb 2007

labor de espionaje

tenía que ver a Auster. no era un asunto personal, sino pecuniario. tenía que verlo para ganarme unos pesos a costa de él. aún así me producía cierta gracia verle el rostro, oír su voz. en el subway iba leyendo la trilogía de nueva york. y ahí en el cuarto piso del Barnes and noble -el mall del libro- se oía su voz junto a la de una presentadora tratando de hacerse la graciosa. la concurrencia teníamos que soportar su carcajada estúpida. también que estuviera Sophie Auster, de galleta o de yapa, como dirían en mi país. Dos por el precio de uno. libros y discos para los fans -el lector del que tanto se jactaba el autor. tenía que verlo y no importaba cómo.

el recinto de sillas estaba cercado y vigilado como si se tratara de un político. creo que nunca estuve cerca de un escritor tan importante, entiéndase el fenómeno mediático como sinónimo de importante. no dejaban pasar. la credencial no servía. él no está aquí para hacer prensa, me explicaba una funcionaria algo histérica, que omitía agregar "está aquí para vender". mi rabia antisistema se activa en situaciones como ésta, rodeada de tanta mercancía preciosa. así que mientras Mr Auter hablaba y su hija interpretaba una que otra canción compuesta especialmente por papi, yo buscaba en las repisas mis trofeos.


Uno de Chandler, otro de Pedro Juan, otro de Octavio Paz. Con los tres en el brazo subí de nuevo al cuarto piso. La cháchara ya se había acabado; era una excusa, al fin y al cabo. Quiere que le firme sus libros?, dijo la misma funcionaria que antes me había expulsado con furia del recinto cerrado. Miré los libros que no eran míos y asentí. Ya había hablado con la publicista, quien muy amable dijo que él no estaba dando entrevistas. había que intentar otra vez. la fila era larga; todos, obediente rebaño, tenían su ejemplar nuevo de Viajes en el escritorio. Adivino que más de alguien no lo pagó, ojalá; cruzo los dedos por la desobediencia civil en tiempos de capitalismo salvaje. la lectura es un derecho, o no? y los autores seres de carne y hueso con una obligación hacia el lector, o no? y no son los lectores los verdaderos autores? bueno, con esto en mente llegué hasta el mesón de Mr Auster. Un funcionario con pinta de policía revisaba los libros. el mío lo miró feo. era un ejemplar barato y gastado, robado en otra ocasión. la idea es que firme los libros que compraron, me dijo con desprecio, pero por esta vez puede pasar. llegué hasta él, le dije que venía de lejos. sus ojos azules me vieron pero no me vieron, se entiende? ni siquiera sonrió o trató de ser amable. "no doy entrevista", espetó. Y por email?, pregunté ilusa. "no tengo email", dijo la grabación, o su voz sonaba como una grabación. Traté de explicarle que su publicista sí tenía email, mientras un tipo me agarraba del brazo escoltándome amablemente hacia la salida. Paul miraba a través de mí, sin importarle un carajo el lector con su libro viejo y su autógrafo garrapateado a la rápida. el policía funcionario siguió reclamando mi osadía de hablar al escritor en el tiempo destinado sólo a las firmas. en venganza fui al segundo piso por uno más de pedro juan; él si me parecía un tipo normal, algo vanidoso, pero de carne y hueso al fin.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

muchas lecciones en el incidente. Esta columna de un nadaista te ayudará a entender un poco este lio de la industria editorial
Las orgias de la inteligencia abrazos

nicolececilia dijo...

yessssiiiiiiiiiiiiiii
me encantó este relato tan nuyorkino. sentí la rabia, la picardía, la soledad, el desconcierto, la esperanza, otra vez la rabia, gocé el trofeo.

te extraño loquilla :D

Xavier Valcárcel dijo...

que cabrón. o sea, él. él puede ser quien tú quieras.

tienes que leerte El nido de la serpiente de Pedro Juan.

ADEMÁS, todavía no te he enviado el paquete. mientras tanto un beso pa ti, guapa.

drfloyd dijo...

qué mas esperabas?...el numero de paginas son sus mejores amigos.