La idea era no vincular al personaje y a mí. Aunque no sé si tal vez se trataba justamente de lo contrario. Sólo quería probar cómo funcionarían fragmentos del libro que supuestamente escribo; buscar lectores, atraparlos, seducirlos, saber que existen del otro lado de la página. Ahora me descubro escribiendo un blog y hago lo posible por traspasarlo al papel, pero es imposible. Por otra parte los lectores me seducen a mí, y soy yo quién espera impaciente leerlos. Todo se ha confundido. Este juego ha ido demasiado lejos. Los lectores toman en serio su rol y se vuelven demandantes. Como mi amiga Nicole, que exige saber quién es el chico con poca ropa. Por respeto a ustedes debo preguntarle a éste dónde vive, qué quiere, si cree poder distinguir entre autora y personaje, entre literatura y ficción, si tiene trabajo estable y un pasar con menos sobresaltos que el mío, si espera algo de la vida, si cree en el futuro, si es pobre y por eso no tiene ropa...
Al menos por esta noche ni los chocolates ni la lluvia ni yoga ni el tren pasando una y otra vez por la ventana ni los relámpagos ni los pasos del vecino resonando en el techo de la casa ni nada. Sólo tú, impaciente lector, mi semejante, mi otro, mi amigo. ¿Deberé seguir escribiendo estas historias una vez en Santiago? ¿Qué pasará si más gente comienza a reconocerme?Acaba de llamar el músico de África, terminó de tocar y viene en camino.Ya se fueron, vino con un amigo, la casa se llenó de conversaciones en mandingo, francés, inglés y español. Quedé invitada a un matrimonio africano.
2 comentarios:
Hola Alina.. desde las tierras de Kafka recibo la noticia de que vuelves a Chile... bueno, el que llegue primero que mantega las cervezas bien heladas y luego conversamos.
Un abrazo
Benedicto
Ahá... Benedicto / Wojtyla entonces es quien yo me imaginaba. ¡Ese voyeur disfrazado de alquimista!
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