Para ir al baño no encuentra mejor cosa que ponerse las sandalias del roommate español, super respetuoso en lo que a propiedad privada se refiere (cada vez que le saqué un chocolate o un pan me sentí ridículamente avergonzada). En la ducha intento explicárselo mientras aplica a su cuerpo el gel de baño made in Spain. “Eso no es mío”, le digo. “Ah, por eso no me gusta tener roommates, en mi casa todo es para usarlo, en África todo es de todos”. Le recuerdo que sí tiene un roommate. “No, él es mi hermano; es de mi misma tribu”. Por un momento imagino una aldea con chozas de paja, las calles de tierra de una postal tan estereotipada como irreal; el músico africano me ha contado que la suya es una ciudad moderna.
Tum tum tum. Lo conocí tocando el tambor con su propia banda. Música de su país, Mali, que puso a bailar a la concurrencia. Desayunamos juntos. “Hazme un pan con mantequilla”. No, háztelo tú. Andaba algo quemada. Mi lado predilecto a la orilla de la cama resultó ser el que ocupan los hombres para proteger a la hembra. Como estábamos en mi casa no insistió.
Cuando le di un masaje lo alabó en forma inusual “eres una buena mujer, pareces africana”. ¿Y ellos no hacen masajes?, pregunté. “A veces, pero ellas siempre”. Debo decir que al menos tuve ese privilegio. Increíbles masajes que Baye Kouyate aprendió de su abuela.
“Eres buena”, solía repetir el músico, a pesar mis exabruptos. “Irás a Mali?”, preguntó ese último día. Pero sería muy distinta a las demás, respondí, y con aires de diva o heroína procedí a jactarme por haber llegado a la ciudad un año antes “¡con sólo 600 dólares en el bolsillo!”. “¿Sabes? -dijo él- cuando yo vine aquí no tenía nada, ni siquiera un dólar”. Con los ojos abiertos y un poco de culpa pregunté cómo hizo. “Esperé a que mi hermano viniera por mí al aeropuerto”. Al poco tiempo encontró su trabajo actual. Tragué saliva antes de aventurarme a indagar cuánto gana en la cocina del mismo bar en el que a veces toca. 300 a la semana, “la cuarta parte del salario se lo envío a mi madre para que toda la familia viva un mes...”
Intentaba explicarle que no tengo pan y que mejor fuera a comprar, pero en fin, nos comemos el de mis roommates. Dentro de tres días dejaré New York y entonces ya no importará.
1 comentario:
linda la foto de abajo
Te invito a dar una vuelta por mi sitio jot chilensis en
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d
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