
en la sala del poeta, termino de escribir los apuntes sobre la fiesta de ayer, llega la pipa de marihuana, sigo escribiendo, alguien observa de soslayo la palabra masturbación, un hombre y una mujer cuentan de cómo se conocieron por internet, se ven bellos y felices, me pregunto por qué dos personas así tuvieron que poner sus nombres en una lista de chat y ofrecerse en la red, para hacer posible un encuentro. te venden una fantasía, un cuento que vendría a reemplazar el relato fragmentario y roto de los días nuestros, zigzagueante y ambiguo como los propios pasos. porque tal vez en Internet uno podría poner características aisladas -componentes químicos- que mezcladas tendrían que dar como resultado al hombre o mujer deseados. como si un color de piel, un olor, un gesto, no fueran asociadas sólo a una voz, a una forma de articular o desarticular las palabras. una manera de moverse no estuviera ligada a esa particular gramática personal que enredamos con la del otro, como un juego brutal y absurdo, más destinado a perdernos que a provocar el encuentro, a perturbarnos en lugar de darnos paz, a exigir abismos en lugar de lagos calmos. porque no soportaríamos la detención, el congelamiento. porque nos enamoramos del vértigo.
El poeta recita algo en que repite la palabra sudaca y canta, luego lo va traduciendo para el chico que María la madrileña encontró en Internet. Se ven felices y bellos. Ahora discuten con el poeta en una mezcla de inglés y español insultándose por quién habla mejor la lengua del Padre. Novela negra, es lo que debieras escribir, sugiere el amigo del poeta, con un vaso en la mano, a la orilla del computador. No me describas tanto, ordena. Falta un crimen.
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