una vez en la corte, con ojeras y sin haber alcanzado a tomar una ducha, el primer rostro familiar es el del hombre al que no podían tomar las huellas digitales. Ah, dice con rostro de alegría, nunca supe qué hiciste. Robar, respondí, unas ropas, porque no tenía dinero para comprarlas. Todos hacemos eso alguna vez, dijo. ¿Y tú?, ¿sigues gritando en los autobuses? Rió, nos despedimos. Tomé asiento en las bancas de madera a esperar el turno con el juez. No pedí traductor. Fui condenada a cumplir un día de trabajo comunitario y a pagar 75 verdes.
En la espera para fijar el día para efectuar el trabajo un hombre negro gritaba en spanglish que pronto iría a buscar su medicina. Acababa de cumplir cinco años de condena y debía realizar diez días de trabajo obligado. Tráfico de drogas, dijo. ¿Se ve mucha droga en la cárcel? Mucha y de todos tipos, más incluso que en la calle, reconoció. ¿Y quiénes las venden? , ¿los policías? Movió la cabeza de arriba abajo, sonriendo. ¿Y qué vendías?, quise saber cada vez más curiosa. Marihuana, heroína, crack. Ah, yo sólo le hago a los verdes. Pues, entonces espera y nos fumamos algo por ahí. ¿Pero y si nos descubren y tenemos que hacer más trabajo comunitario? No pasa nada, dijo. ¿Y de dónde la sacaste?, preguntó mi voz más entrometida. De adentro, me la tragué y ahora debo vomitarla. Ah! Una vez en la oficina fui citada a jardinear en el Battery Park, llegando a las 7.30am, al menos queda a la orilla del río y mirando hacia la estatua de la libertad, me dije, bonita quimera. Sentado en otra oficina, el hombre negro hizo señas para que lo esperara, dijo que tenía algo muy bueno, pero la parte más juiciosa de mí decidió que lo mejor era salir lo antes posible del edificio.
1 comentario:
este me encantó!! wow~! yo creo que tampoco me animaría a fumar moñas vomitadas :S
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