dos kiwis.
jugo de manzana, melón y alfalfa.
sopa de plátano y brócoli aprendida de la amiga boricua.
té Kombucha descubierto en casa del hombre que conoció en la calle, de hecho llevaba una cazadora del mismo color que el té, con capuchón, le preguntó en inglés su nombre, dijo necesitar saberlo porque escribía canciones tras disculparse por estar muy borracho, a ella le pareció amable y más tarde guapo, más aún cuando al abordar el taxi rumbo al bar en el que él pidió sumarse dijo necesitar una mujer que hablara español, que lo daría todo a cambio, que ganaba dinero, mami yo pagó el taxi, jajaja, no soy tu mamá, más aún cuando al bailar en el bar de moda pudo sentir los músculos de los brazos y pecho, el aliento muy cerca de su boca, más tade los besos, y no le importó que el tipo estuviera a punto de caer, que insistiera en extraviar cazadora y celular, que jugaran a encontrar sus pertenencias, ni el recuerdo del consejo de una amiga referente a que no hallaría un hombre que valiera la pena en los bares, pero finalmente quién soy yo para juzgar a quienes se propasan en las copas, se dijo, tal vez después de todo le gustaban los borrachos, eran su debilidad, no le importó nada de esto y sintió la curiosidad de ver el resto de los dibujos que se iniciaban en el hombro izquierdo y que prometían extenderse al resto del cuerpo. Cariño, soy un hombre decente, trato de comer sano, hago yoga todos lo días, trabajo mucho, prácticamente no bebo, nado por las mañanas, pudo entender que balbuceaba. Dijo ser venezolano y temía estar perdiendo la lengua. En la escalera desvencijada repitió que estaba muy borracho, que se comportaría como un gatito, que otra noche sería un tigre.
La mañana siguiente oímos llover desde su cama comprada la semana anterior, mami, serás la primera en estrenarla y eso no se olvida, había prometido antes de iniciar periplo en un nuevo taxi por las calles de Brooklyn rumbo a su apartamento. ¿Todas las chilenas son tan dulces?, preguntó mientras nos abrazábamos para combatir el frío. No sé, yo soy más bien ruda. ¿Sabes cocinar?, prosiguió, jaja ¿por qué? ¿estás buscando alguien que cocine? ¿Y tú dejas tu ropa tirada?, inquirí a la vez. Quedó acostado, con resaca, pasó dos billetes verdes para el subway, paseé descalza por el departamento semi vacío que hace dos semanas comparte con su gato, miré por la ventana, ya no llovía, escribí mi teléfono en una postal encontrada la noche anterior en que figura el puente de Williamsburg. Ensaladada de espinaca, lechuga, aguacate, alfalfa, un poco más de jugo. ¿Habrá llegado por el aviso? Tres pastillas de espirulina. ¿Llamará?
1 comentario:
todas la chilenas son dulces
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