es el nombre de un bar de mexicanos a la vuelta de la esquina, las chicas se llaman ficheras, los tipos les pagan por bailar, un baile tres dólares, un trago invitado les da una ficha canjeable por otros tres billetes verdes, desde el interior de la barra veo la noche pasar, siento sus pulsaciones. El monitor de televisión a un costado enseña seis recuadros a la vez. En dos se ve el exterior desde distintos ángulos, en otro el baño, la pista de baile, el guarura de proporciones gigantescas tomando cocacola y dándose golpecitos en la palma de la mano con el arma: una barra de metal, que en sus palabras “puede matar a cualquiera”. Pero no ha matado a nadie al parecer. El rumor de mis vecinos chilenos de un tipo que habría sido asesinado no responde a esa locación, sino a otro bar aún más decadente llamado Paraíso del encuentro. En el mío no se ven drogas, sólo hombres ebrios, cansados y tristes, alguno un poco violento o despectivo me llama con un chasquear de dedos. En la pantalla de tv aparezco sentada con cara de espía, bailando rancheras con la chica americana que también sirve los tragos, o intentando arrebatar un billete de manos de un cliente borracho que se niega a pagar. El rimo de la noche que persigo no es el golpeteo de las teclas, sino la articulación de las palabras, su sonido incesante. Al terminar ponemos en orden la barra, mientras la fila interminable de mujeres espera su turno para estirar la palma de la mano frente a la caja registradora y recibir el pago por cada trago invitado, por cada baile; si a alguna le habrán pagado aparte el beso en el cuello, el baile más apretado o el manoseo, eso no lo sabremos. A la chica americana la vino a buscar su novio, un joven mexicano con algo de oro en los dientes, al que vi besar a una de las ficheras en la mejilla mientras la bartender se agachaba, recibir un billete de la propina de su pareja para tomar más chela, irse borracho golpeando los postes a la salida, mientras yo le decía a la desafortunada novia que el tipo se parece a los clientes. Decidí ir de anónima para escribir mi reportaje en un arranque de periodismo vivencial, de cualquier manera una buena excusa para ganar los miserables 75 dólares honradamente.
(Brooklyn)
2 comentarios:
la foto me encanta
HOY NO SE FÍA
MAÑANA TAMPOCO
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