me pinto los ojos como Geraldine Chaplin en la peli de Saura. todo el día ocurre de otra forma, enrevesado. la banda no toca en el lugar que debiera tocar; está cerrado. el club de los poetas revisionistas, en cambio, luce perfectamente en una mesa larga, interminable como sus opiniones sobre el poema de una chica -una carta, a mi juicio, él que por supuesto callo y haciendo una seña con la mano me disculpo, dejándolos en su discusión de que si los puntos, las comas, las y, los por y para, los qué. basta. las palabras pueden también guiar a veces los pasos extraviados y uno recuerda en las comas la razón de algo, el punto es para pararse a descansar un poco y, profundo, tomar aliento otra vez.
los puntos suspensivos o el asterisco para cambiar de camino en forma abrupta.
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a veces cuando escribo tengo que cerrar el cuaderno si alguien llega, como las mujeres de las que habla virginia woolf. ahora en la mesa, el cuaderno figura cerrado, con una pluma negra esperando entre dos páginas, la tinta fresca se quedó a medias en las anotaciones. el computador ajeno es mi refugio sin puntos comas ventanas puerta ni cerradura.
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