la camilla en que permanezco sentada el primer día del año. las uñas de las manos pintadas para la ocasión. la carne viva en el dedo gordo del pie. la blusa de terciopelo algo provocativa para estos ambientes. los rastros en la uña perdida a las 8 de la mañana cuando el parlante le cayó desde lo alto de una repisa después de rebotar en la cabeza del dueño de casa. las manchas en la ropa, zapatos y suelo. las camillas en que padecen el hombre asaltado con cuchillo al que robaron calzado y billetera dado su estado de ebriedad y el chico que se agarró a mocha*, a quien vi cómo le cosían la cabeza y que me dio la mano para que yo no llorara. el olor a sangre entremezclada con agua oxigenada que invade la posta este 1 de enero y del que se quejó la enfermera, mientras el doctor bromeaba con su colega que le cambiaría el paciente asaltado por otro. El brevaje en el vaso del chico que dijo “te amo por tu crónica” y al que respondí que su confesión era un regalo de año nuevo. “te diré algo un poco ególatra -prosiguió- escribes tan bien como yo”. tras plantarme unos besos ebrios lo dejé para ir al baño; más tarde se le vería a través de la ventana besándose con otra chica, la tercera de la noche. la gota en el piso, único rastro que dejé en la escena del crimen antes de huir a la Posta 3.
*mocha: pelea o riña en coa chileno
1 comentario:
Coño que intensa vida...ni la mía de superhéroe....saludos,
JD
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