27 dic 2005

trabajo comunitario

día de lluvia, a las 7.30 am debo presentarme en Battery Park. Ante la ausencia de ropa para la lluvia un funcionario me hace un abrigo de bolsas de basura. Somos tres en el equipo: un africano que al parecer vendía CDs, una chica vestida con ropa de exploradora marca Patagonia, y yo. El cuarto integrante era el encargado del grupo y de 16 jardines en el Bajo Manhattan, un tipo relajado que nos contó cómo conoció a su actual esposa mientras desempeñaba funciones en el parque con vista a Miss Liberty. Por supuesto lo primero que intentó saber fue qué habíamos hecho. La chica con ropa para exploradores adinerados tenía dos días de trabajo obligatorio, por mi parte sólo uno. Ella respondió con evasivas la pregunta de nuestro jefe, quien trató de adivinar ah! tuviste una pelea con el novio. Luego desplazó la vista hacia mí, ¿y tú? Secreto, fue la respuesta. Mmmmm, déjame pensar, algo muy pequeño, tú si peleaste con el novio. ¿Por qué?, inquirí, ¿te llevan detenido por una pelea? Sí, al chico lo condenana a cinco días y a las chicas sólo a uno. No dije ni sí ni no, pero fue la idea con que se quedó el tipo.
La mayor parte del tiempo lo dejamos ir viendo llover desde la camioneta, escena que tenía cierto encanto. Cuando el agua disminuía su intensidad, bajábamos a las diminutas plazoletas para recoger papeles del suelo con unas palos largos que imitan el movimiento de las manos. La exploradora y yo hacíamos un equipo, a veces ella recogía mientras el carrito o la bolsa de basura eran arrastrados por mí. De pronto una ventolera me hizo imaginar que realmente estábamos en la Patagonia. El mal tiempo fue una suerte, de lo contrario deberíamos barrer los puntos verdes en la parte baja de la ciudad, pero no lo hicimos. Las horas de trabajo nos fueron recortadas en dos horas menos. Almorcé unas semillas de girasol robadas en un Delhi chino, lo lamento, pero no tenía un peso. Comí en la casita de uno de los jardines junto a otros funcionarios más pobres que yo, ellos se alimentaban de coca-cola, papas fritas en bolsa, y unos pocos engulleron además un sandwich hecho en casa. Una hora para comer. Después rellenamos el tiempo dando más vueltas en camioneta, viendo a la gente que se les volaban los paraguas negros, algunos pocos rojos, entre los avisos publicitarios y las caras de unos tipos pintadas de azul anunciando una compañía de teatro. Tras limpiar el último jardín, el tipo amable nos dejó en el subway. No te pelees más con el novio, me dijo, ya encontrarás a alguien mejor, lo mereces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alina, me es muy grato leer cada tanto tu bitácora americana. Hace poco definí tu blog como los escritos de una corresponsal y sobreviviente. Lo primero está muy claro, pergeñas apuntes mientras te desplazas; lo segundo me gusta creer que se va haciendo no sólo con lo visto, sino con lo que sobrellevas mientras insisten en vivir. Recuerdo, un comentario tuyo, hace unos años atrás, acaso en la subida de Chucre Manzur, hablando sobre tener que soportarse, incluso, a uno mismo cuando se viaja sin más compañía que nuestra sombra. Nunca lo olvidé, y me hace pensar que este diario a veces te acompaña.
Saludos
Roberto.